Seamos sinceras, reales y, lo más importante, honestas. Si eres una mujer entre 30 y 40 años, probablemente estés empezando a notar cambios que son difíciles de ignorar. Al principio, aparecen lentamente: tal vez estés más cansada de lo habitual, tal vez hayas acumulado grasita en tu vientre, caderas y muslos o estés despierta a las 3 de la mañana, con el corazón palpitando fuerte y sintiéndote como si llevaras el peso del mundo sobre tus hombros. Pero lo atribuyes al estrés, al hecho de “envejecer”, a la necesidad de esforzarte más.
Luego vienen los cambios de humor, la confusión mental, la repentina necesidad de enfadarse por cosas que antes no te habrían molestado. Y ni hablemos de las oleadas de tristeza o rabia que parecen surgir de la nada. Esto, amiga mía, suele ser el comienzo de la perimenopausia, el capítulo de la vida para el que nadie te preparó y que pocos parecen entender. Pero aquí está la dura verdad: nadie más te va a dar prioridad durante este tiempo si no lo haces tú por ti misma.
¿Por qué se les enseña a las mujeres a ponerse en último lugar?
Las mujeres somos expertas en mantener todo bajo control. Durante generaciones, hemos sido las cuidadoras, las que cuidamos, las que nos aseguramos de que todos los demás estén bien antes de preguntar cómo estamos nosotras mismas.
Crecemos aprendiendo a ser la buena hija, la compañera devota, la madre desinteresada. “Ponte a ti misma en último lugar” es la regla tácita que llevamos desde una edad temprana y, cuando llegamos a la edad adulta, está tan arraigada que ni siquiera la cuestionamos. Pero esta expectativa nos está costando la salud y la felicidad.
Piénsalo: ¿cuántas veces has ignorado tus propias necesidades porque había alguien que te necesitaba más? ¿Cuántas veces has dejado de lado lo cansada, abrumada o incluso frustrada que sientes porque hay cosas que hacer, gente a la que cuidar y expectativas que cumplir? Y cuando llega la perimenopausia, cuando estás lidiando con el caos hormonal, la fatiga, aumento inexplicable de peso y cambios de humor que no puedes controlar, seguimos adelante. Pero déjame ser sincera: esto no es sostenible y no es una insignia de honor. Es una receta para enfermarte.
Creces aprendiendo a ser la buena hija, la compañera devota, la madre desinteresada. “Ponte a ti misma en último lugar” es la regla tácita que llevamos desde una edad temprana, y cuando llegamos a la edad adulta, está tan arraigada que ni siquiera la cuestionamos.
La realidad de la perimenopausia: por qué es esencial priorizarse a sí misma
La perimenopausia no es solo una etapa. Es un llamado a la acción, una llamada de atención que dice: “Oye, es hora de cuidarte”. Ignorar estos síntomas (considerarlos como estrés o "vejez") es ignorar el hecho de que tu cuerpo y tu mente necesitan un cuidado real y específico. Si continuamos poniéndonos a nosotras mismas en último lugar, corremos el riesgo de deteriorar la salud, fracturar relaciones y perder el contacto con quienes somos en esencia.
Imagina esta situación: te sientes agotada, pero tienes todo el día planeado, una casa que administrar, un trabajo en el que sobresalir y unos niños que te necesitan. Tu pareja llega a casa y no entiende muy bien por qué estás irritable, por qué no tienes ganas de hablar o por qué no eres “tú misma”. Tal vez se ponga a caminar de puntillas a tu alrededor o se ponga a la defensiva, echando más leña al fuego. Mientras tanto, tus hijos te miran con los ojos muy abiertos y confundidos, sintiendo que algo anda mal pero sin saber qué. Te sientes incomprendida, aislada y completamente agotada , y aun así, sonríes y sigues adelante (sintiéndote culpable por tu comportamiento inexplicable, por supuesto).
¿Te suena familiar? Muchas mujeres no hablan de estos momentos, pero son increíblemente comunes. De hecho, esta es la experiencia no verbalizada de innumerables mujeres que atraviesan la perimenopausia. Y esta es la verdad: no es necesario que sea así. Hay una manera de afrontar estos cambios con fuerza, amor propio y, lo más importante, autopriorización.
Las verdaderas luchas que enfrentan las mujeres para priorizarse a sí mismas
1. El complejo de culpa . Te han condicionado a sentirte culpable cada vez que antepones tus necesidades. La sociedad nos ha enseñado que priorizarnos a nosotras mismas es “egoísta”. Pero seamos claras: cuidar tu salud no es egoísta. Es esencial. La culpa nos mantiene atrapadas, pensando que cada momento que pasamos con nosotras mismas es un momento que le quitamos a alguien más. Pero, ¿adivina qué? No puedes servir de una taza vacía. Priorizar tu bienestar es lo más desinteresado que puedes hacer, porque te permite estar presente por completo para las personas que te importan .
2. La expectativa de la “supermujer”. Muchas de nosotras estamos atrapadas en la mentalidad de “puedo hacerlo todo”. Nos enorgullecemos de ser capaces de hacer varias cosas a la vez, gestionar el caos y ser la persona confiable. Pero ser una supermujer tiene un precio. El peso de intentar ser todo para todos es insostenible, y los síntomas de la perimenopausia solo magnifican el agotamiento. Si te estás estancando, no es porque estés fracasando, es porque nadie puede funcionar a plena capacidad las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Darte cuenta de esto y deshacerte de esa capa de supermujer puede ser liberador. Hay poder en pedir ayuda y establecer límites.
3. El "gaslighting" de los profesionales de la salud. Hablemos de la frustración de sentirse rechazada por los profesionales médicos. Cuando las mujeres acuden al médico con síntomas de perimenopausia, a menudo se las recibe con un encogimiento de hombros o con una receta de antidepresivos, como si el problema fueran ellas y no las hormonas que causan estragos en sus cuerpos. El sistema médico no está preparado para manejar los matices de la salud femenina, y muchas mujeres se sienten solas e indefensas. Pero la cuestión es la siguiente: hay médicos que entienden y se especializan en la salud de la mujer. No te conformes con respuestas evasivas ni aquellas que pretender desestimar como te sientes. Empodérate y encuentra a alguien que trabaje contigo para apoyarte en tu camino.
4. Expectativas invisibles en las relaciones. A menudo, las personas más cercanas a nosotros no comprenden del todo por lo que estamos pasando, y la falta de apoyo puede ser desgarradora. Es posible que nuestras parejas no se den cuenta de lo mucho que estos cambios nos afectan física y emocionalmente. Los niños, especialmente los más pequeños, no entienden por qué mamá de repente es menos paciente o está más cansada. Pero esta es la verdad: no tienes que ocultar tu realidad para que los demás se sientan cómodos. Informa a tus seres queridos sobre lo que está sucediendo. Establece límites. Date permiso para mostrarte como eres, y si alguien no puede manejarlo, ese es su viaje, no el tuyo.
Pasos prácticos para priorizarse durante la perimenopausia
Esta es la parte en la que puedes recuperar el control. A continuación, se indican algunas acciones concretas para comenzar a priorizarte:
1. Reconoce la profundidad de lo que estás experimentando. Estos cambios no están “solo en tu cabeza”. Las hormonas afectan cada aspecto de tu salud mental y física. Cuando te sientas mal, recuerda que es real y que merece atención. No minimices ni desestimes tus síntomas. Acéptalos como señales que te está enviando tu cuerpo y responde en consecuencia.
2. Educa y establece límites con tus seres queridos. Inicia conversaciones con tus seres queridos sobre lo que está sucediendo. Infórmales sobre el impacto de la perimenopausia y los cambios hormonales. Hazles saber que algunos días pueden ser más difíciles que otros y que necesitarás su paciencia y comprensión. Los límites no tienen por qué ser muros, son simplemente formas de proteger tu paz y energía.
3. Defiende tu salud Si tu proveedor de atención médica no te brinda el apoyo que necesitas, busca uno que sí lo haga. Los especialistas en salud de la mujer, los naturópatas y los profesionales especializados en hormonas suelen estar más en sintonía con lo que experimentan las mujeres durante la perimenopausia. No te conformes con sentirte ignorada: busca la atención que te mereces.
4. Establece un tiempo para ti que no sea negociable. No es opcional, es necesario. Reserva un tiempo cada semana que sea solo para ti. Ya sea una caminata larga, una sesión de yoga o simplemente un momento tranquilo para escribir en tu diario, trátalo como algo sagrado. Tu salud mental y tu cordura dependen de ello. Recuerda que no es tiempo que le estás “quitando” a nadie, es tiempo que te estás dando para que puedas mostrar la mejor versión de ti misma.
5. Libérate de la necesidad de ser perfecta. La perimenopausia es complicada, impredecible y no pasa nada si no la llevas “a la perfección”. Libérate de la necesidad de actuar, de ser impecable, de cumplir con las expectativas de los demás. Muéstrate tal como eres, sin pedir disculpas. Si eso significa decepcionar a los demás, que así sea. Priorizarte a ti misma significa hacer las paces con la imperfección.
Reflexiones finales: La perimenopausia como un momento de recuperación
La perimenopausia es un desafío, sí, pero también es una oportunidad. Es una oportunidad para recuperar las partes de ti que has cedido a lo largo de los años. Es un momento para dejar de disculparte, dejar de dar explicaciones y comenzar a aceptar quién eres en toda tu complejidad.
Si has estado esperando permiso para priorizarte, pues aquí está!
Priorizarse durante la perimenopausia no es un lujo, es una necesidad. Tu salud, tu bienestar y tu vida dependen de ello. Y recuerda, no estás sola. Hay innumerables mujeres que recorren este camino junto contigo, enfrentando las mismas dificultades y superándolas.
Apoyémonos mutuamente, respetemos nuestras necesidades y dejemos de fingir que estamos bien cuando no es así. ¡Es hora de que te elijas!
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